El misterio nocturno era divino.
Eudora estaba como nunca bella,
y tenía en los ojos la centella,
la luz de un gozo conquistado al vino.
De alto balcón apostrofóme a tino, y rostro al cielo departí con ella tierno y audaz, como una estrella… ¡Oh qué timbre de voz trémulo y fino!
¡Y aquel fruto vedado e indiscreto se puso el manto, se quitó el decoro, y fue conmigo a responder a un reto!
¡Aventura feliz! La rememoro con inútil afán; y en un soneto monto un suspiro como perla en oro.
Veracruz, julio de 1900.
Salvador Díaz Mirón (1853-1928)
Poesías completas
Edición y prólogo
de Antonio Castro Leal
Porrúa, México, 1991
Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA.